«Entonces llegó,
entró por la ventana
como ráfaga de aire.
Desorientada y confundida,
imaginé la orilla del mar
llena de sus huellas.
Fui serpiente
para culebrear por sus caderas,
y al mirar al horizonte,
descubrí que no tenía nada,
ni pasado, ni futuro,
ni risas, ni llanto.»